En tiempos de nuestro buen Rey Bartolomé el tercero, soberano del muy
noble Reino de Gurracam, llegó un emisario a la devota y muy singular villa de La
Alpurria del Campo. Iba acompañado de dos guardias alguaciles, portando enseñas
reales y otros pabellones que muchas puertas debieron abrir en tan largo y
peligroso viaje. La misión del escriba era dar noticia de don Higinio Lopezosa
Quesada, antiguo capitán de los reales Guardias Alguaciles de San Josafar,
capital y primera ciudad del Reino, siendo el buscado noble caballero y
apreciada persona de nuestros bien amados soberanos; en especial de su majestad la reina Engracia,
apodada "La Tuerta".
Siendo durante años un misterio el destino del informe presentado
por el emisario a sus graciosas majestades, recientemente se han descubierto
unos legajos en la Real Biblioteca de la Catedral de Baruc y Ezequiel, junto a
la céntrica y popular calle de la Arriería de San Josafar. A falta de mejores
referencias, tenemos que colegir que lo concerniente a estas notas son parte
del despacho que el escriba presentó en palacio y, por tanto, lo único que se
tiene a día de hoy de la legendaria entrevista con el recordado señor de La Alpurria.
He aquí la transcripción de lo hallado en la biblioteca, fechado
un año y tres meses antes de los terribles acontecimientos que acaecieron a la
familia Lopezosa Quesada, según se contó, por la torpeza y mal proceder del llamado
Mario Tolón, nefando súbdito de nuestro Reino, que Dios perdone. De las innobles andanzas del citado, así como de
la suerte que corrieron las hijas de don Higinio y él mismo tras el referido
suceso, hay sobrada noticia en la novela intitulada "El Reino de los
Malditos", escrita por el juglar Mario Garrido y compuesta por la
Editorial Leibros.
(Primer pliego, numerado “II”)
¿Está casado? No. Lo estuve. Con mi
querida Escolástica Eugenia.
¿Qué pasó? Murió. En realidad la
asesinaron.
Tengo
entendido que ese asesinato al que alude no fue nunca demostrado. ¿Qué puede
decirnos al respecto? Que fue envenenada por un hijo de mala madre que me la tenía
jurada cuando era capitán de Guardias Alguaciles. Él y toda su calaña, malditos
sean todos. Pero vive Dios que hice justicia antes de recluirme en este pueblo.
Espero verle en el Infierno, para volver a hacerle lo mismo mil veces.
¿Se casará
otra vez? No. Nunca encontraré a nadie como mi amada esposa. Y menos en este
condenado lugar lleno de mujeres ignorantes y feas como puercos.
¿Tiene hijos? Sí. Dos hijas.
Se habla de que
su hija Irene ha participado en orgias y
otros actos impuros desde hace años, que es violenta y ha pegado a madres y
esposas de los hombres con los que se acuesta; y otras fechorías que al parecer
callan en este pueblo por miedo. ¿Qué tiene que decir de todo esto? ¿Por qué me pregunta si
tengo hijas cuando ya lo sabe? Escúcheme bien, no juegue conmigo o lo
lamentará. En cuanto a lo que dice de mi hija Irene tendrá que demostrarlo y
aun así puede que no salga vivo de aquí como siga con sus insinuaciones. Me da
exactamente igual si le acompañan dos soldados o le avala el Rey. Espero que
entienda bien mis palabras. En todo caso, la educación de mi hija es cosa mía y
le aseguro que en breve haré algo que la convertirá en una santa, pero no
pienso decirle el qué.
¿Y nos puede
hablar de Laura? Laura es tan pura como su madre. Es un ángel. Espero que la
condenada gente de este Reino no la termine convirtiendo en lo mismo que todos…
(Segundo pliego, numerado “III”)
En sus tiempos
de Guardia Alguacil en San Josafar, ¿cuál fue su mayor gloria? Yo fui el mejor capitán
de Guardias Alguaciles de mi época. La ciudad estaba perfectamente controlado
bajo mi mando. Mantener ese orden con mano de hierro fue mi mayor gloria. Sabe
Dios en qué se habrá convertido la ciudad sin mi control, sin mis métodos...
Al parecer se
cometieron muchos abusos en su época de
soldado, ¿es cierto? No consiento que se difunda semejante calumnia. No hubo abusos,
sólo justicia, mano de hierro, orden… Nadie nunca lo puso en duda y, el que
menos, su Majestad el Rey.
Ciertos grupos
de ciudadanos se quejaban entonces de ser vejados por los hombres a su
mando ¿están
mintiendo? Por supuesto. ¿Ciertos grupos de ciudadanos? Dirá usted
delincuentes, asesinos, gentuza…
Se dice que
usted se tomaba la justicia por su mano, incluso con mujeres y niños. ¿Qué hay de cierto? La delincuencia no tiene
edad ni género. Hacer esos distingos son los que llevan a la ruina de gente
débil y estúpida como usted. No entiendo cómo su Majestad ha mandado a mi casa a
un tipo de su calaña. ¿Qué pretende? ¿Ofenderme? Pues tenga cuidado…
(Tercer pliego, numerado “V”, quemado en su mitad)
¿A qué se
dedica aquí en la Alpurria? Tengo tierras y las alquilo para su labranza.
Se habla de
palizas a campesinos, violaciones a sus mujeres… y se le acusa a usted y sus
hombres de estos desmanes. ¿Qué tiene que decir? Mis hombres tienen la
misión de vigilar que no me robe la gente que trabaja mis tierras. Son
efectivos y tienen mi confianza. Sus métodos no me incumben. Pregúnteles a
ellos, si se atreve…
El otro día
apareció un labriego crucificado y vestido de espantapájaros en uno de sus
campos ¿Se ha investigado este suceso? No sé de qué me habla.
¿Por qué la
Santa Inquisición no entra en este pueblo? Lo ignoro. Pregunte usted al Inquisidor Mayor a su
vuelta a San Josafar.
(Cuarto pliego, numerado “VIII”)
Se dice que
tiene tratos con los piratas que fondean en Guardamar del Delta. ¿Es cierto? Por supuesto que no. ¿De
dónde saca todos estos infundios?
Se le asocia a
una hechicera de un pueblo cercano. Dicen que es una bruja. ¿También lo niega? Eso también es falso. Jamás
he estado con una mujer así.
Sin embargo
hay testigos que le han visto con ella. No sé quién le ha informada a usted de todas estas
patrañas, pero lo averiguaré y ajustaremos cuentas. Ya verá… Cuente esto
también al Rey.
(A partir de aquí la tinta de este legajo ha sufrido
humedades y es ininteligible).
(Quinto y último pliego, numerado “XI”)
¿Qué proyectos
piensa acometer en el futuro? Me haré con todas las tierras de la comarca. Laura
heredará todo y se convertirá en la mayor terrateniente del Reino.
¿Y por qué no
Irene, que es su hija mayor? Ya le he dicho que para Irene tengo pensado otro destino…
¿Volverá a San
Josafar? No.
¿Cuál es la
razón?
Las razones no le incumben. Si su Majestad quiere saber más cosas de mí tendrá
que venir en persona. Aquí terminan sus preguntas. Coja a su maldita escolta y
salga de mi casa. Hará bien en no volver a aparecer por La Alpurria, de lo
contrario…
En espera de que la presente transcripción pueda ser
de ayuda en el conocimiento de esta auténtica historia, damos fe de la
veracidad de los legajos presentados y de lo que en ellos se cuenta, en San
Josafar, a quince días del mes de enero de mil y setecientos y treinta y cuatro
años, durante el reinado de nuestro buen Rey Wenceslao el Cuarto, apodado “El
Cínico”.
Una entrevista de lo mas curiosa.
ResponderEliminarSaludos